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lunes, 31 de enero de 2011

Capitulo 3: Que locura.

Se baja del bus y llega a su destino. Ubicado en la estación del tren de Caracas, esperando que le devolvieran el vuelto miró hacia un lado y vio a una persona pasar por una de las máquinas sin pasar el tickets, Robert pensó inmediatamente que era una falla del sistema, a lo que le entregan el dinero fue averiguar y efectivamente cualquier persona podía pasar sin introducir el tickets. Pensó en notificarlo, pero al mismo tiempo que piensa en las cosas correcta, también piensa en la corrupción de algunos agentes del gobierno que se benefician de ese tipo de impuestos y su falta de fe es lo que lo motivan dejarlo pasar, ya que también pensó en alguien que no tuviera el dinero para trasladarse y que no quisiera mendigar, podría tomar esa ruta.


Se dirige a agarrar el tren, y ¡que suerte! estaba llegando, pero no fue el único que se dio cuenta, también una estampida de personas bajando por las escaleras automáticas , unas por el otro tipo de escaleras corriendo a velocidad de tiempo récord, Robert se unió a la estampida, hasta divertido le pareció. Saltan cuando llega a los últimos escalones y aumentan la intensidad cuando casi están llegando a la puerta, unos se empujan y otros frenan cuando llegan a la puerta sin parar para que les de tiempo de saber si ya están a punto de cerrarse las puertas del tren, si suena el pito es el aviso, pero siempre hay alguien atrevido dando un salto para meterse, interpone un paraguas o un maletín.

Una señora predeterminada a tomar el tren interpone a su hijo agarrándolo de la mano y lanzándolo al otro extremo de la puerta, al cerrarse la puerta quedaron los brazos de muchachito y la madre atascados, pero sin daño alguno, la madre suelta al niño al arrancar el tren y el hijo rompe a llorar, lo consuela un señor, le dice:

-Te voy a llevar con tu madre, todo saldrá bien, tranquilo.

Nadie refuta, puede ser un secuestrador y nadie lo verifica, ocupados con su existencia y sus quehaceres, nadie ayuda a nadie, así no mas, solo lo que le permite su determinación, "yo diría que a poquito, porque si ayudo mucho no estoy cómodo" pensó Robert. Solo se fue al centro comercial donde quedaba la oficina, no tenía nada que hacer de importante ya que estaba llegando muy temprano al trabajo, pero sus pensamientos banales no lo dejaban conforme si gastaba su tiempo ayudando, por una teoría "poco probable".

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